Esta dualidad nos crea en el interior un abrumador conjunto de tensiones,cada una tirando hacia su dirección. La vida de un hombre o una mujer es una lucha por integrar esos arquetipos. Podemos engañarnos a nosotros mismos pensando que esos dominios existen fuera de nosotros, pero de hecho el cielo y la Tierra son dominios que están en el interior de nuestras conciencias. Por lo tanto, la vida en sí misma es un intento por integrar esos dos polos antagónicos y complementarios.
Con frecuencia cedemos ante uno u otro, abandonando la Tierra por el cielo, o renunciando al cielo por las avasalladoras tentaciones de la Tierra. ¿Dónde está el equilibrio y la integración? La respuesta es: en hará. Hará es el modo de integración. Es el verdadero centro del ser, donde se armoniza la dualidad de la vida. En nuestro centro espiritual, hará, hay paz y equilibrio. Por lo tanto, el oriental cultiva una actitud que intenta que cada movimiento y acto proceda de su hará.
En cuanto centro vital, hará es la fuente de la salud, la vitalidad personal y la resistencia. Cuando una persona actúa desde hará, se mueve sin esfuerzo. Es llevada y sostenida por el poder infinito del Universo, es una con el Tao.
Si bien un estudio del hará puede alcanzar alturas sublimes, el hará en sí mismo es eminentemente práctico en su aplicación a la vida.
Todos los objetos físicos, incluidos nuestros cuerpos, tienen un centro de gravedad desde el cual logran el equilibrio. Si el centro de gravedad está bajo, el objeto permanece firmemente asentado en cualquier superficie. No se lo puede mover fácilmente. Si el centro de gravedad está alto, el objeto se desequilibra y puede moverse o derribarse con facilidad. Las cosas que tienen el peso arriba se caen fácilmente. Las cosas que lo tienen abajo no se caen.
En el cuerpo humano, el hará ocupa la zona general situada entre el plexo solar y el hueso púbico. A eso se debe que, tradicionalmente, los orientales dicen que la persona que tiene el hará fuerte tiene redaños, es decir valor. * Las personas que tienen desarrollado el hará son valientes y tienen capacidad de aguante, de resistencia.
El hará se considera como un segundo cerebro; también se lo llama «el cerebro pequeño». Directamente detrás de la zona en que está situado, debajo del plexo solar en la columna, hay un haz de nervios que representa la mayor concentración de nervios que existe fuera del cerebro. Esta concentración de nervios es responsable de muchos de los movimientos de la parte inferior del cuerpo. Cuando se le corta la cabeza a un pollo, por ejemplo, el cuerpo del pollo sigue corriendo, aunque ya no tiene cerebro que dirija sus movimientos. Lo que dirige los actos del pollo es el cerebro pequeño, el sistema nervioso autónomo. El dinosaurio tenía un enorme cuerpo y una cabeza pequeña con un cerebro minúsculo. Su cerebro era demasiado pequeño para encargarse de todas las funciones de ese cuerpo tan grande. En lugar del cerebro, era su sistema nervioso el que dirigía muchos de sus movimientos corporales.
Lo mismo ocurre a las personas. Realizamos muchos actos involuntariamente: los latidos del corazón, por ejemplo, y la respiración. Podemos controlar conscientemente nuestra respiración, pero la mayor parte del tiempo respiramos sin controlarla.
Podernos comenzar a aprender la diagnosis del hará dándonos cuenta de cómo respiramos nosotros y los demás, es decir, dónde tenemos el aire o aliento una vez que lo inspiramos. ¿Lleva el aire inspirado hacia la parte inferior del cuerpo, es decir el estómago y la zona del intestino, o lo deja en la parte superior del pecho?
Cuando se respira profundamente, llevando el aire hacia esa zona de abajo, se nutre y se desarrolla el hará. Cuando el hará se hace más fuerte, uno se siente más relajado, capaz y confiado. Las personas cuya respiración es más superficial, es decir, que dejan el aire en la parte superior del pecho, son más nerviosas, emotivas, inseguras e inciertas. Numerosos estudios científicos demuestran que esto es una realidad.
Las personas que respiran superficialmente no comprenden que el aire o aliento es ki, y que el exceso de ki estimula el centro de energía del corazón. Cuando este centro de energía, llamado chacra del corazón en Oriente, es estimulado en exceso, el cuerpo de la persona pierde el equilibrio, sus emociones se excitan y descontrolan y aumenta la tensión nerviosa. Comprensiblemente, entonces, a la persona le falta confianza en sí misma, sabiendo que sus energías no son estables. (Para fortalecer su hará le recomiendo que haga cada día el ejercicio que explico más adelante. De inmediato sentirá que su hará se hace más potente y se sentirá más confiado y seguro de sí mismo. )
La respiración superficial eleva el centro de gravedad hacia el pecho, donde entonces se excitan las energías. Efectivamente, cuando tenemos el centro emocional inestable, cuesta muy poco hacernos perder el equilibrio o trastornarnos. La propia palabra «trastornar» describe exactamente lo que quiero decir.
Al tomar conciencia de cómo respira uno y de cómo respiran los demás, comenzamos a comprender la fuerza de nuestros harás y nuestras naturalezas psicológicas.
Cuando tenemos fuerte el hará, nuestros actos tienen base y permanecemos equilibrados, sea cual sea la confusión o el trastorno que haya a nuestro alrededor.
En Occidente se han cultivado los centros de energía o chakras que están encima del hará. Por ese motivo, cuando a los soldados occidentales se les ordena ponerse firmes, han de sacar pecho y entrar el vientre. La energía sube desde el hará y entra en el pecho. El bajo abdomen se tensa y se retrae. Esto impide que el aire o aliento llegue al centro del hará. Esa postura es antinatural para los seres humanos. Es mucho más cómodo y estable dejar descansar la energía en la parte baja del abdomen y que nuestros actos fluyan desde este punto.
En Japón, hasta los actos más sencillos están dirigidos desde el hará. Por ejemplo, cuando cortamos madera, tiramos de la sierra hacia nosotros con un movimiento hacia abajo, aprovechando el peso corporal para hacer pasar la sierra a través de la madera. Esto nos permite usar una sierra de hoja muy delgada, ya que no hay tensión hacia abajo en la hoja. Mientras corte, puede ser tan flexible como una cinta. Una hoja delgada hace un corte delgado y permite que las ensambladuras calcen muy bien; en Japón las piezas de las puertas y ventanas quedan firmemente ensambladas sin usar clavos. En Occidente se corta la maderaempujando la sierra hacia abajo. El centro de actividad parte del hombro y sigue hacia abajo por el brazo. En esa postura la madera ofrece la máxima resistencia a la hoja de la sierra y al cuerpo. Por lo tanto, la hoja ha de ser gruesa y el cuerpo debe trabajar el doble.
En Japón, todo acto es más bien de tirar que de empujar. Si le interesa comprender la cultura japonesa, las artes marciales, el shiatsu, el baile, la cocina, cualquier cosa, debe entender este hecho.
El arte marcial oriental del judo se basa en este mismo concepto. Se la energía que proviene del oponente para desarmarlo. En realidad, se permite que el oponente avance, y entonces se dirige su energía lejos de uno. Esto se hace tirando del oponente en la dirección